Los nueve sastres de Dorothy L. Sayer

El género de misterio es el favorito de las damas: además de Agatha Christie, lo han cultivado muy bien Ngaio Marsh, Margery Allingham, P. D. James, Ruth Rendell, Ellis Peters o Patricia Highsmith, entre muchas. Pero quizá ninguna mejor que Dorothy L. Sayers, cuyas tramas no sólo son ingeniosas sino inusualmente verosímiles.

Dorothy L. Sayers fue una escritora fina y cultivada (tradujo a Dante), capaz de crear ambientes y personajes realmente creíbles, de lo que es buen ejemplo Los nueve sastres, esta intriga memorable de campanario. Pero ella, ay, sí que se enamoró de su protagonista, el aristócrata lord Peter Wimsey, que suele resultarle al lector menos irresistible que inaguantable por exceso de sangre azul.

El tribunal de fuego de John Dickson Carr

John Dickson Carr, el más inglés de los autores de misterio, nació, lógicamente, en Pensilvania (para compensar, el más americano de los escritores de novela negra, James Hadley Chase, nació y vivió siempre en Londres). Sus novelas, casi todas teñidas de humor, se centran sobre casos aparentemente imposibles: cuartos cerrados o inaccesibles, armas inencontrables…

Una de ellas presenta un crimen con múltiples testigos y hasta filmado por una cámara, pero no menos insoluble. Alternó dos protagonistas: el doctor Gideon Fell, álter ego de Chesterton, y sir Henry Merrivale, sosias de Churchill. A veces juega con apariencias sobrenaturales, como en este relato, El tribunal de fuego, que tiene dos soluciones, una racional y otra mágica.

El hombre demolido de Alfred Bester

El género policiaco o de misterio se ha revelado como el más portátil de todos: arraiga en los suelos geográfica o históricamente más diversos. Lo difícil es que el decorado no termine prevaleciendo sobre la intriga.

También ha encontrado albergue ocasional en la ciencia ficción y no sin aciertos indudables, como Una investigación filosófica, del escocés Philip Kerr. Pero el clásico indudable del subgénero sigue siendo esta novela de Alfred Bester, El hombre demolido, escrita en los años cincuenta del siglo pasado (lo que nos permite medir al leerla lo ayer imaginable e inimaginable de nuestro presente).

Además de la originalidad de su intriga y de su estilo, El hombre demolido contiene un imprevisto alegato final contra la pena de muerte.

El percherón mortal de John Franklin Bardin

Descubrí El percherón mortal, esta novela magistral, como tantas otras cosas buenas, gracias a Guillermo Cabrera Infante. Si el adjetivo «alucinante» puede aplicarse con razón a algún relato es a éste. Aquí se codean las apariencias sobrenaturales con la amenaza de la locura, cuya naturaleza apenas conocemos. Sólo puedo decir que no se parece a ninguna otra obra del género y que Edgar Allan Poe o Robert Louis Stevenson la hubieran firmado gustosos.

El estadounidense John Franklin Bardin escribió otras novelas más o menos policiales, siempre interesantes y todas impregnadas por el temor a la demencia que le obsesionaba pero ninguna a la altura de la pesadilla del temible percherón.